Me pregunto qué hace que usualmente dejemos pasar el tiempo y aplacemos las decisiones. A veces me pareciera que es como si quisiéramos que alguien decidiera por nosotros.
Pero, ¿qué hace tan difícil tomar una decisión? ¿Por qué es algo que nos cuesta tanto trabajo? ¿qué genera en nosotros que nos da tanto miedo, tanto que preferimos el limbo de la indecisión?
Creo que tomar una decisión implica escoger una opción desechando otras. Dejar otras alternativas implica una pérdida, perder un tal vez, un hubiera podido ser diferente; arriesgándonos a que la opción que se escoge traiga consecuencias no esperadas. Detrás del aplazar una decisión creo que se esconde la duda de cuál es la mejor opción y la esperanza de que tal vez el destino, escoja por nosotros lo mejor, creo que todo para poder culpar a la Moira -si algo llega a salir mal- y no a nosotros mismos.
Como los temas amorosos son los que ocupan mi mente últimamente, me causa mucha curiosidad lo difícil que resulta tomar decisiones en el ámbito sentimental.
Una relación, sea cual sea, tiene muchísimos hilos que sutilmente nos unen a la otra persona, estos se hacen muy fuertes a la hora de decidir cortarlos.
Probablemente la relación en la que se está implica una serie de sentimientos: sean de amor o de apego. Generalmente creemos que el sentimiento va a triunfar y que es tan fuerte que las cosas se pueden arreglar -así todo sea caótico, por lo que preferimos no hacer nada, encargando al amor de solucionar las dificultades.
A la vez hay miles de temores personales: quedarnos solos, que no nos vuelvan a querer, que hacen que estar en la incertidumbre sea preferible.
La decisión puede estar encaminada a dejar la relación o a luchar a que las cosas funcionen apostándole a todo, pero optamos por la comodidad de mantener las cosas como están. Decidir dejar la relación implica una ruptura y todo lo que ésta trae consigo, cosas que muchas veces queremos no afrontar. Luchar para que funcione por su parte, implica generar cambios y darse la oportunidad de volver a creer y correr los riesgos de re-empezar dentro de una historia vivida.
Cualquiera que sea la decisión significa cambiar y creo que una de las cosas que más nos aterra es el cambio y a las transformaciones y consecuencias que estos cambios traigan en nuestra vida. Lo que creo que deberíamos pensar aunque es difícil, –yo personalmente pocas veces lo hago- , es que a pesar de todo el cambio genera movimiento, y la vida es movimiento, por lo que al final decidir es vivir, vivir dirigiendo nosotros mismos nuestra vida.