lunes, 18 de diciembre de 2006

Sueños

Y que es soñar, casi todo los días, todas las mañana al despertar hay una imagen que retumba en mi cabeza, una historia que me fue contada en la noche, que no es coherente pero que me perturba.

Desde hace tiempo le he puesto atención a lo que me sueño, me parece interesante recordar esas historias que no siempre me dicen lo que esta pasando pero que toman elementos de mi propia realidad y los narran de una nueva manera. Disfrutaba soñar, me sentía privilegiada porque casi siempre recuerdo mis sueños.

Pero hace un tiempo, los sueños me han causado tristezas, por medio de ellos mi corazón se esta expresando y esta diciendo a gritos lo que siento, lo que no quiero admitir. Será que los sueños no solo toman restos del día, sino como diría Freud –quien pensaría que iba a creerle!- sacan de nosotros aquello que no queremos sacar…. Si es así espero que sea una estrategia contra la tuza, que difícil admitirlo, pero de pronto son los sueños lo que me han llevado a empezar a superarla.

domingo, 17 de diciembre de 2006

Memorias de una viaje en ejecutivo


Hay de todo tipo, de todo precio y aunque a veces huelen mal, son incómodos, muy llenos y además muy demorados, son el único entretenimiento que tengo a diario debido a que me toca montarme en ellos. Les estoy hablando de los buses o mejor conocidos como ejecutivos o busetas -dependiendo el billete y la silla que se desee-. Soy estudiante universitario y como típico Colombiano debo recurrir al bus todas las mañana y en las noches.

Salgo a la séptima con una hora de anticipación, por que uno no sabe con que se va a encontrar y además el tráfico capitalino no colabora mucho con las largas distancias. Es seguro que la mayoría del recorrido voy a estar parado, así que me preparo para un dolor de piernas.

Al montarme al bus una mano recibe mi billete de mil con la moneda de cien, esto cuando tengo sencillo, porque cuanto el billete es mayor la cosa se complica, me toca esperar un buen tiempo para que el chofer me de las vueltas y tengo que estar preparado para recibir un montón de monedas. Ya listo par buscar mi lugar empieza el espiche, por lo general voy hacia la puerta trasera del bus, no se porque razón la gente suele quedarse adelante, así atrás haya mucho espacio. Si es mi día con suerte, no me quedo mucho tiempo parado porque desocupan un puesto. Al sentarme saco inmediatamente mi libro, a los que les cuento que leo en el bus me regañan, me dicen que me voy a dañar los ojos, pero que se hace cuando los buses se convierten en el único espacio para leer lo que me gusta y no lo que me ponen?

Además toda esta historia va a que gracias a mi lectura “ejecutiva” fue que la conocí a ella, yo se que es complicado imaginarse como conoce uno a alguien en un bus, por eso les voy a contar lo que me paso.

Por alguna razón que no entiendo muy bien, de pronto porque soy un poco maniático con algunas cosas que se me meten en la cabeza, trato de montarme siempre en el mismo bus, es un poco complicado en esta ciudad llena de buses pero mi manía va más allá de la atareada ciudad. El caso es que casi siempre estaba parado, o sentado en el mismo sitio. Un día estaba muy concentrado leyendo cuando sentí una intensa mirada en mi, me dio un poco de pena mirar así que preferí seguir como si no me hubiera dado cuenta, claro que la curiosidad me gano y fue inevitable que me encontrara con esa mirada profunda detrás de unos enormes ojos negros. No fui capaz de seguir mirando, ni siquiera me di cuenta como era el resto de su cara, que tonto, ese día sentí que había perdido la oportunidad, y seguramente jamás volvería a ver los ojos que siempre había dibujado.

A partir de ese día decidí buscarla a como diera lugar, no podía desaparecer, yo sabía que Bogotá es una ciudad muy grande, y con mucha gente que monta en bus, pero bueno como diría mi abuelo, la peor diligencia es la que no se hace, y yo estaba convencido que las historia de amor no se dan fácil, hay que luchar por ellas, esas son las verdaderas.

No deje la lectura en el bus, aunque a veces pensaba que por estar leyendo no la iba a ver, la lectura tiene la cualidad – en este caso el defecto- de sacarme del ambiente en el que estoy, para divagar en el que me describe el libro, y por lo tanto de vez en cuando me distraía y no estaba pendiente de ver si ella estaba por ahí.

No la volví a ver, pasaron muchos meses y aunque trataba de montarme en el mismo bus y sentarme en la misma silla, para cerciorarme de que ella tomaría esa ruta, no lo volvió a hacer, y la verdad empecé a caer en cuenta que de pronto a ella no le importaba en que bus se montaba, simplemente cogía el primero que encontraba, o de pronto tenía carro, y solo ese día había tomado ese bus.

Caer en cuenta de que todo había sido un montaje mió, me hizo sentir como un imbecil, estaba perdidamente enamorado de una mujer, que muy posiblemente no volvería a ver.

Pero cómo sacármela de la cabeza, como dejar de soñar con ella y cómo parar mis palpitaciones cada vez que pensaba en ella.

Fue difícil, por lo mismo decidí cambiar de bus, no volvería a montarme en ese, cogería uno que tomara otra ruta, y me sentaría en otra silla, había que olvidar el suceso, y por lo tanto no podía repetir los espacios en el que los hechos sucedieron.

Tome esa ruta como un mes, hasta que me desespere, me demoraba media hora más, y por lo tanto me tocaba madrugar, creo que ya había superado a la niña del bus, y no estaba dispuesto a seguir sacrificando mis pocas horas de sueño.

Así fue como volví a tomar la ruta de siempre, a sentarme en el mismo lugar y reanude mi maratón de lectura busetera que me hacían viajar por otros mundos diferentes a la carrera 7 de Bogotá.

Fue casi un año después de ese primer encuentro que la volví a ver, quien lo iba a pensar, ya ni me acordaba de ella, cuando reconocí esos ojos perfectos pagando los mil pesos al montarse.

Por las cosas de la vida la única silla vacía era la que estaba a mi lado, no se que sentí, estaba un poco nervioso, pero convencido de que era una ridiculez hablarle, qué le iba a decir, sería mejor dejar las cosas así, solo verla y reconocerla me ponía feliz.

Volví a las páginas de mi libro, era la tercera vez que lo leía, me gusta mucho, pues es de esos libros que cada vez que los leo descubro algo nuevo.

De repente oí una voz femenina que me decía: me encanta ese libro, ¡acabo de terminarlo!
Levante la cabeza y la mire, ella me estaba hablando a mi, no lo podía creer.
Charlamos todo el recorrido, hasta que me tuve que bajar, fue el mejor recorrido de mi vida.

Escribir para salvarme a mi misma.