Me monté en un BARCO que no se a donde va,
Me monté en un TREN y no se cual es la próxima parada.
Navego -hasta ahora- por aguas tranquilas. El
mar es calmado, sereno e inspira confianza y seguridad. No han llegado las
tormentas, ni las
olas fuertes, el miedo que producen las nubes negras y los relámpagos a lo lejos, todavía no se hacen presentes. Pero pueden hacer parte del viaje, en este
timonear sin saber la ruta, sin
brújula, sin estrellas que guíen mi camino, no se cómo esquivar la tempestad. El
viento guiará mi ruta, y me llevará a aquella
isla donde -probablemente- el
destino me esté esperando.
Escucho lo
rieles, me monté en esa
estación gris y melancólica, en busca de algo nuevo y con color. Quería un nuevo rumbo, y solo fue pararme en la
plataforma 3 para tomar el TREN que de ahí salía. No hay anuncios de una próxima parada, no se a dónde voy, y yo, estoy sentada mirando pasar las cercas que forman lineas, mientras la
locomotora resuena en el fondo. Decidí montarme en el TREN y dejar que éste se detenga en la próxima estación donde el
destino me está esperando.