Con las palabras no se juega. Ellas tienen el poder, y su poder radica en que mediante ellas somos capacez de volver a creer. Todos los días estámos utilizándolas sin saber, sin ser concientes de lo bueno y de lo malo que causamos en el otro, con ellas.
Creí que habían sido buenas, creí que eran de verdad; mentiras, puras mentiras.
¿Será que me tengo que volver una detectora de palabras falsas, y desconfiar de ellas? Así perderían su belleza, su encanto, y me niego a que eso pase...
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